lunes, 1 de mayo de 2023

 



El fascismo en Alemania e Italia

Italia experimentó un cambio de tendencia con el fascismo tras la Primera Guerra Mundial, y Benito Mussolini llegó al gobierno como dictador. Un poco más tarde, Alemania bajo Hitler, tomó el mismo camino.

El fascismo fue una nueva forma de gobierno, iniciada por Mussolini, que promovía el nacionalismo extremo y la unidad nacional; Hizo hincapié en la masculinidad, la juventud, la agresión y la violencia; la superioridad racial; un líder supremo con habilidades sobrehumanas; el rechazo de los derechos individuales; el uso de la policía secreta, la censura y la propaganda; una política exterior militarista y agresiva; estricto control central de la economía; y el control de los intereses de los individuos que quedaban sujetos a las necesidades de la sociedad en su conjunto.

El régimen fascista italiano

El fascismo nace en Italia, quien a pesar de ser uno de los países vencedores de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Versalles, no repartió los territorios ecuánimemente siendo el Reino Unido y Francia los principales beneficiados. Italia que había visto sus campos arrasados, su industria destruida, su población mermada, su economía en crisis y mucha miseria, se sintió humillada.

Nacen las primeras protestas, los obreros y sindicatos organizaron huelgas masivas en las ciudades y en los campos. Estas huelgas provocaron el temor de los patrones, que temían que se repitiera la misma experiencia que la vivida en Rusia. Frente al temor de una revolución éstos decidieron apoyar al Partido Fascista fundado por Benito Mussolini, quien con un ideal imperialista, prometía recuperar la gloria del Imperio Romano, a la vez que acabaría con los comunistas y socialistas.

Con el apoyo de las clases pudientes y por lo tanto del gran capital italiano, Mussolini alcanzó el poder, proclamando el Estado Fascista que no fue más que una dura dictadura en la que sólo había un partido y sólo había un líder, Mussolini.

El establecimiento del liberalismo en Italia, por temor a una revolución socialista, inspirado en las ideas de la revolución rusa, elevó entonces al pequeño Partido Nacional Fascista, dirigido por Benito Mussolini.

Después de varios años de esfuerzo, en octubre de 1922 los fascistas intentaron un golpe de estado (la marcha sobre Roma); las fuerzas fascistas eran mucho menores, pero el rey ordenó al ejército no interferir, formó una alianza con Mussolini y convenció al partido liberal para que apoyara un gobierno dirigido por los fascistas.

En los años siguientes, Mussolini (que llegó a ser conocido como Il Duce) eliminó todos los partidos políticos, incluyendo el liberal y redujo las libertades personales con el pretexto de prevenir una revolución.

El crecimiento del fascismo y Hitler en Alemania

Mussolini

A principios de 1930, Alemania no estaba lejos de una guerra civil. Tropas paramilitares, pertenecientes a diferentes partidos, tenían a los votantes intimidados y sembraban la violencia y el odio en el pueblo que sufría por la desocupación masiva y la pobreza.

Mientras tanto, los elitistas en posiciones de influencia, asustados por el surgimiento de grupos antigubernamentales se enfrentaron entre sí y exploraron la autoridad de emergencia, que consistía en la Constitución de Weimar para gobernar de manera no democrática por decreto presidencial.

Después de una serie de gabineteas sin éxito, el 29 de enero de 1933, el presidente von Hindenburg, ya con pocas alternativas y empujado por sus asesores eligió a Adolf Hitler como canciller de Alemania. El 27 de febrero, el Reichstag estaba en llamas. Los derechos básicos se habían anulado en virtud de un decreto de emergencia. Una ley habilitante dio al gobierno de Hitler pleno poder legislativo.

Se estableció un estado totalitario centralizado, ya no sobre la base de las leyes democráticas, una política que Hitler había dibujado en su biografía Mein Kampf. El nuevo régimen convirtió a Alemania en una nación de unpartido único, por lo que los partidos de oposición fueron declarados ilegales y reprimidas las ideas diferentes del pueblo. Los instrumentos para ello fueron las organizaciones SA y las SS, así como la policía de seguridad de nueva creación, la Gestapo. La industria estaba estrechamente regulada con cuotas y requisitos, para cambiar la economía a una basada en la producción de guerra.

Mapa de Alemania en 1938

Proyectos de obras públicas masivas y una extenso déficit del estado, ayudaron a hacer la alta tasa de desempleo significativamente más baja. Esto y los grandes programas de bienestar fueron los principales factores que mantuvieron el apoyo de la gente incluso cuando la guerra ya estaba en marcha. En 1936, las tropas alemanas entraron en la Renania desmilitarizada en un intento de reconstruir la autoestima nacional.

Envalentonado, Hitler siguió a partir de 1938 una política de expansionismo para establecer la Gran Alemania, que era una sola nación alemana, empezando por la unificación con Austria (llamado Anschluss) y la anexión de los Sudetes (integración de las minorías germánicas) en la montañosa región de Checoslovaquia.

El primer ministro británico se dio cuenta de que su política de apaciguamiento con Alemania estaba siendo explotada por la misma Alemania. Para evitar una guerra en dos frentes, Hitler concluyó el Pacto Molotov-Ribbentrop, un tratado de no agresión con la Unión Soviética.

La Guerra Civil Española 1936-1939

Mural del Guernica

En 1923, un golpe de Estado dirigido por el general Miguel Primo de Rivera, formó un nuevo gobierno en alianza con el rey Alfonso XIII Borbón. En 1930, la oposición al gobierno de derecha de Primo de Rivera llevó a su renuncia.

Los españoles querían la democracia y el socialismo, Alfonso fue apeado del gobierno en 1931 y fue proclamada una república. En 1936, el Frente Popular de izquierda fue elegido para el parlamento y tomó el control del gobierno. Las acciones anticlericales de izquierdistas y sus ataques directos a las iglesias y monasterios católicos enfureció a los conservadores españoles.

Los activistas políticos de derecha e izquierda se enfrentaron en las calles. En julio de 1936, la rebelión estalló en gran parte del ejército. Recibió el apoyo de las fuerzas conservadoras de todos los matices de la sociedad y comenzó la lucha.

La nación se dividió en dos facciones. Los republicanos o legalistas, que eran: comunistas, socialistas, anarquistas y liberales, y que recibió algún apoyo internacional, así como una importante ayuda financiera y militar de Stalin. Los nacionales que eran: monárquicos, católicos extremistas, terratenientes, el ejército, miembros del Partido Falange y los tradicionalistas; recibieron una gran ayuda directa de Italia y Alemania.

En 1936, Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos firmaron un pacto de no intervención en relación con la guerra civil.

En 1937, la ciudad de Guernica, una ciudad civil fue atacada y bombardeada por la aviación alemana. En 1939 los nacionales tomaron Barcelona y Madrid y el general Francisco Franco anunció el fin de la guerra civil.

De 1939 a 1975 gobernó en España como dictador el general Francisco Franco, vencedor en la Guerra Civil.


La Guerra Fria


La Guerra Fría fue uno de los mayores conflictos militares, económicos, culturales y sociales del siglo XX, que enfrentó ideológicamente a las dos superpotencias de la época: la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) y los Estados Unidos de América (EEUU), por la supremacía del mundo. Los primeros eran promotores del modelo comunista, mientras que los últimos defendían el modelo capitalista.

El término “Guerra Fría” fue acuñado por el escritor inglés George Orwell (1903-1950) en 1945, en su ensayo “You and the Atomic Bomb” (“La bomba atómica y tú”) publicado en el diario Tribune.

Utilizó ese nombre porque fue una guerra subsidiaria, es decir, los dos rivales no se enfrentaron de manera abierta, ni tomaron acciones bélicas directas el uno contra el otro. Por el contrario, se enfrentaron indirectamente, interviniendo en los conflictos de terceros países, en los que cada potencia apoyaba a una facción diferente.

Esto no significa que fuera un conflicto menor, o que no tuviera un inmenso costo humano. De hecho, la Guerra Fría involucró a gran parte del mundo, al cual dividió en dos bloques enfrentados, a lo largo de sus más de 40 años de duración. Abarcó, entre otros conflictos, la segunda parte de la Guerra Civil China (1946-1949), la Guerra de Corea (1950-1953), la Guerra del Sinaí (1956), la Guerra de Vietnam (1955-1970) y la Guerra Afgano-Soviética (1979).

Formalmente, la Guerra Fría inició tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en 1945, y culminó en diciembre de 1991 con la disolución política de la Unión Soviética y el triunfo mundial del modelo capitalista.

La Guerra Fría fue un conflicto central en la historia contemporánea, que cambió para siempre el balance internacional de poderes y dejó una huella permanente en la configuración política, económica y social de regiones enteras. Además, marcó una época de tensiones mundiales, en la que surgió por primera vez el miedo a una guerra atómica, cuyos efectos devastadores podrían poner en jaque la vida humana en el planeta.

Antecedentes de la Guerra Fría

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Desde Revolución Rusa, Estados Unidos intentó frenar el avance del comunismo.

Los antecedentes de la Guerra Fría datan de inicios del siglo XX, según algunos autores en la competencia entre el Imperio Ruso y los Imperios Occidentales por la hegemonía política y económica, en lo que tuvo mucho que ver la Primera Guerra Mundial.

De hecho, fue en 1917 cuando inició el enfrentamiento entre capitalismo y comunismo, en el marco de la guerra civil rusa y la posterior Revolución de Octubre que depuso el gobierno de los zares e instauró en su lugar la primera nación socialista de la historia. Los Estados Unidos intervinieron en dicho conflicto, a favor del Movimiento Blanco y en contra del Ejército Rojo revolucionario.

Sin embargo, los antecedentes directos de la Guerra Fría se hallan en la Segunda Guerra Mundial y en la alianza que debieron hacer los líderes de las potencias occidentales, el británico Winston Churchill (1874-1965) y el estadounidense Franklin Delano Roosevelt (1882-1945), con el dictador soviético Iósif Stalin (1878-1953), para hacer frente a las tropas del III Reich alemán, y a las pretensiones expansionistas de Adolf Hitler (1889-1945).

Esta alianza fue funcional hasta la derrota y división político-territorial de Alemania, cuando las fuerzas soviéticas ocuparon los territorios de la Europa del Este previamente conquistados por los nazis. Así se hizo evidente que el conflicto entre las repúblicas capitalistas y el nuevo imperio soviético era inevitable.

De hecho, una de las principales crisis de la Guerra Fría, el bloqueo de Berlín de 1948-1949 en el que la Unión Soviética cerró las fronteras de sus dominios a Occidente, dejó bien en claro que el mundo entero estaba por dividirse en dos bandos enfrentados:

  • El Bloque occidental o bloque capitalista, controlado por Estados Unidos y el Reino Unido, que componían los países firmantes del Tratado del Atlántico Norte (que dio origen a la OTAN).
  • El Bloque del Este o bloque comunista, controlado por la Unión Soviética y que contemplaba a los países firmantes del Pacto de Varsovia.

Causas de la Guerra Fría

Las causas de la Guerra Fría pueden resumirse en:

  • El miedo y el sentimiento anticomunista que el surgimiento del comunismo desató entre los sectores de poder en Europa y Estados Unidos, a partir de la Revolución Rusa de principios de siglo XX, y del estallido de la Guerra Civil China en 1927.
  • El derrumbe de Europa como potencia mundial tras la Segunda Guerra Mundial, cediendo su lugar en el orden mundial a Estados Unidos y a la Unión Soviética, los dos países que vencieron a los nazis.
  • Las tensiones propias del reparto político-territorial de Alemania entre las fuerzas aliadas de Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, por un lado, y la Unión Soviética, por el otro, especialmente cuando empezó el flujo masivo de pobladores hacia las naciones occidentales, escapando del comunismo.
  • La creciente injerencia estadounidense en Europa, fruto tanto de la Segunda Guerra Mundial, como del Plan Marshall de recuperación económica con el que los Estados Unidos impulsaron a Europa a levantarse más rápidamente.
  • La ocupación rusa de los territorios europeos del Este, previamente conquistados por los nazis, desde su liberación en 1945 por parte de las fuerzas militares de la Unión Soviética.

Consecuencias de la Guerra Fría

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La Guerra Fría se cobró millones de vidas en los conflictos bélicos que provocó.

Las consecuencias de la Guerra Fría fueron inmensas y profundas en la historia contemporánea, y pueden resumirse en:

  • La reconfiguración del poder mundial, pues tras el derrumbe de la Unión Soviética, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia del mundo y pasó a ejercer libremente su hegemonía cultural.
  • El final de la utopía comunista, no sólo porque la Unión Soviética no sobrevivió al prolongado conflicto con Occidente, sino porque los horrores de sus gobiernos revolucionarios iniciales y las penurias económicas a las que fue sometida su población posteriormente pasaron a ser de público conocimiento. Esta desilusión ideológica marcó el final del siglo XX y el inicio del mundo hipercapitalista globalizado.
  • La ruptura entre China y la Unión Soviética, a partir de la década de 1950, y la división del mundo comunista entre la vertiente leninista y la maoísta. Esto permitió un acercamiento importante entre Estados Unidos y China durante la década de 1970.
  • La instauración de dictaduras y el inicio de guerras civiles, en numerosos países del llamado Tercer Mundo, en los que ambas potencias tomaban participación y elegían bando. Las crueles dictaduras anticomunistas de la América del Sur, por ejemplo, fueron respaldadas por Estados Unidos, lo mismo que las dictaduras comunistas asiáticas y del Este de Europa, por la URSS.
  • La pérdida de millones de vidas humanas en los conflictos subsidiarios que se dieron a lo largo y ancho del planeta, pero especialmente en las regiones de influencia inmediata de cada potencia: el Asia menor, América Latina, y en menor medida, África y Medio Oriente. Muchas naciones cambiaron para siempre su destino a raíz de estos conflictos.
  • La reunificación alemana en 1989, tras el derrumbe del muro de Berlín y la obvia inferioridad económica, comercial y cultural de la República Democrática Alemana (RDA) que a partir de entonces dejó de existir.

Fin de la Guerra Fría

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Gorbachov realizó cambios que impulsaron la caída del muro de Berlín y de la Unión Soviética.

La Guerra Fría culminó formalmente con el desplome de la Unión Soviética en 1991, luego de años de crisis y de una merma significativa en su influencia internacional.

Ya en los últimos años de la década de 1980 su capacidad de inyectar recursos e influencia en las naciones socialistas del Este de Europa había sufrido numerosos embates. Además, muchos de sus antiguos aliados ideológicos comenzaron de un modo u otro la transición hacia el libre mercado.

Los procesos de cambio y restructuración emprendidos durante el mandato de Mijaíl Gorbachov (1931-), conocidos como perestroika (restructuración) y glásnost (apertura) intentaron atajar el derrumbe económico y social del coloso soviético, pero al mismo tiempo fueron interpretados como un reconocimiento internacional del fracaso comunista.

En ese período, muchas de las naciones que conformaban la URSS comenzaron sus respectivos procesos de independencia, desmembrando la nación luego de 73 años de existencia.

El capitalismo, pues, emergió triunfal de la Guerra Fría, así como la cultura norteamericana.

El Plan Marshall


 Nada más finalizar la Segunda Guerra Mundial, la alianza antifascista entre las democracias occidentales y la URSS de Stalin comenzó a agrietarse. Se habían repartido el mundo por ámbitos de influencia, y Europa quedó dividida en dos bloques. Al oeste, el capitalista. Al este, el comunista. Empezaba un nuevo tipo de enfrentamiento: la Guerra Fría . En un famoso discurso pronunciado en 1946, Winston Churchill , antiguo primer ministro británico, denunció que “un telón de acero” había dividido el Viejo Continente.

Europa pasaba por una situación económica desastrosa. A consecuencia de la guerra, su producción agrícola había disminuido, al igual que sus intercambios comerciales. Mientras tanto, los gobiernos estaban más preocupados en relanzar la industria pesada (siderurgia, carbón...) que en fabricar productos de primera necesidad, con la consiguiente escasez entre la población.

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Truman (izqda.) junto a Churchill en Fulton, Missouri, donde este pronunció su discurso sobre el "telón de acero". 5 de marzo de 1946.

 Missouri State Archives

La carestía de alimentos hizo necesario un racionamiento estricto, al tiempo que impulsaba el incremento de los precios. En un contexto marcado por la crisis y el desempleo, no era de extrañar la proliferación del mercado negro ni la extensión de la delincuencia.

¿Dónde obtendrían los europeos los productos que necesitaban, ya fueran víveres, materias primas o maquinaria industrial? Era evidente que solo Estados Unidos podría proporcionárselos. ¿Y después? ¿Cómo pensaban pagarlos? Aquí entraba en juego, otra vez, Washington. Sus créditos permitirían que el Viejo Continente comprara en América todo lo que requería.

Reforzar la democracia

En un marco definido por la pobreza y las privaciones, los partidos comunistas alcanzaban un amplio respaldo electoral. Para las potencias occidentales, evitar este avance se convirtió en una prioridad absoluta.

En marzo de 1947, el presidente norteamericano Harry S. Truman enunció la doctrina que lleva su nombre sobre la contención del comunismo. Estados Unidos, afirmó, debía “tener por norma ayudar a los pueblos libres que se resisten a los intentos de subyugación por parte de minorías armadas o de presiones externas”. Truman hacía referencia, por ejemplo, a Grecia, inmersa en un conflicto civil entre el gobierno y la guerrilla comunista.

Para garantizar la viabilidad de las democracias occidentales, Estados Unidos puso en funcionamiento un plan de ayuda económica masiva. Su artífice fue el secretario de Estado norteamericano, el general George C. Marshall. En 1947, durante un importante discurso, Marshall declaró que su país iba a hacer todo lo necesario para garantizar la salud económica de Europa, “sin la cual no puede haber ni estabilidad política ni paz asegurada”.

El plan pretendía contribuir a la reconstrucción europea, pero no país por país, sino a través de una ayuda de carácter global. Así fue posible incluir entre los beneficiarios a Alemania, pese a las reticencias de su vecina Francia. A cambio, la Casa Blanca esperaba obtener beneficios políticos, pero también económicos, ya que los europeos protegerían las inversiones estadounidenses.

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Manifestación en Alemania Occidental contra la escasez alimentaria, 31 de marzo de 1947.

 CC BY-SA 3.0 de

También la URSS recibió la oferta del Plan Marshall. Esta la rechazó y obligó a sus satélites en Europa del Este a hacer lo mismo. El Kremlim no estaba dispuesto a facilitar a sus rivales norteamericanos información sobre el estado de ninguno de los países bajo su órbita.

Stalin, al parecer, veía en el Plan Marshall una especie de conspiración contra la Unión Soviética. Según el historiador Ronald E. Powaski, de haber aceptado, los rusos habrían corrido el peligro de que los estadounidenses manipularan su economía. Como alternativa, Moscú puso en marcha el llamado Plan Mólotov, origen del COMECON, especie de Mercado Común formado por los países socialistas.

Avance de la unidad europea

Los países occidentales y Estados Unidos comenzaron a negociar en julio de 1947 la manera de concretar la ayuda. El gobierno norteamericano, en manos de los demócratas, debía convencer a un Congreso de mayoría republicana para que otorgara los fondos necesarios.

Los republicanos, al principio, no parecían muy dispuestos a gastar el 15% del presupuesto nacional en territorio extranjero, sobre todo si tenían en cuenta su tradicional política aislacionista. Pronto, sin embargo, cambiaron de opinión, dada la alarmante situación política europea. En 1948, los comunistas alcanzaron el poder en Checoslovaquia gracias a un golpe de Estado. Mientras tanto, en países como Francia e Italia, encabezaban las movilizaciones populares.

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Miembros del consejo de la OECE, antecedente de la OECD, el 17 de febrero de 1949.

 OECD

Finalmente, Truman consiguió que se diera luz verde al Programa de Reconstrucción Europea (European Recovery Program), auténtica denominación del Plan Marshall. Para gestionar la ayuda, los países afectados tuvieron que fundar la OECE (Organización Europea de Cooperación Económica).

Comenzaba así el proceso de integración económica del Viejo Continente, ya que la Casa Blanca había dejado muy claro que su programa “debía ser acogido por la mayoría, si no por la totalidad, de las naciones europeas”. Así pues, las potencias occidentales tenían que aprender a cooperar entre ellas si querían beneficiarse de la ayuda norteamericana. Por otra parte, debían cumplir una serie de condiciones. Entre ellas, estabilizar su moneda.

Luces y sombras

El Plan Marshall influyó de forma diferente en cada país. Gran Bretaña fue la que obtuvo mayores beneficios, ya que Washington le entregó alrededor de la cuarta parte de la ayuda. Con este dinero, Londres pudo pagar las deudas que había contraído a corto plazo. Francia dedicó los fondos recibidos a la adquisición de equipos industriales con los que superar su atraso tecnológico.

Gracias a estos fondos (más de 12.000 millones de dólares entre 1948 y 1951), la reconstrucción europea se completó en muy poco tiempo. En apenas cuatro años, la producción ya había recuperado el nivel previo a la guerra.

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Construcción en Berlín Oeste con la ayuda del Plan Marshall, c. 1948.

 Dominio público

En reconocimiento a su tarea, el general Marshall recibió el premio Nobel de la Paz en 1953. ¿Supuso su plan un éxito económico? Algunos especialistas responden afirmativamente, pero otros señalan que la recuperación europea se inició antes de la ayuda. El programa habría contribuido, como mucho, a que el crecimiento del Viejo Continente fuera sostenido y no se detuviera por falta de capitales.

En cuanto a los resultados desde el punto de vista social, resultan más cuestionables. Los países europeos tuvieron que adoptar una política basada en el recorte del gasto público, lo que repercutió en el descenso del gasto social. Rentas bajas y pobres niveles de consumo para las clases trabajadoras.

La prosperidad económica, finalmente, hizo innecesaria la contribución estadounidense. Esta pasó de ser económica a militar, con el pretexto de garantizar la seguridad de la Europa occidental frente a la Unión Soviética y sus aliados.

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Cartel de '¡Bienvenido, Mister Marshall!', película de Berlanga de 1953.

 CC BY-SA 4.0 / Colddcillo 12

España no se benefició del Plan Marshall. A finales de los años cuarenta, el régimen de Franco estaba aislado internacionalmente. Sin embargo, los intereses geoestratégicos de la Guerra Fría terminaron por imponerse. Estados Unidos vio en Franco un aliado útil en su cruzada anticomunista, así que negoció la obtención de diversas bases militares en la península.

A cambio, España recibió una asistencia económica de 800 millones de dólares, de los que 500 eran donativos. Esta cifra era la menor de las recibidas por un estado occidental; aun así, su efecto resultó determinante. El país solucionó su escasez de divisas y pudo adquirir moderna maquinaria industrial, materias primas y alimentos. En 1953, el cineasta Luis García Berlanga caricaturizaría esta colaboración en la célebre película ¡Bienvenido, Mister Marshall!

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