CORRIENTES DEL PENSAMIENTO POLÍTICO.
Tres fenómenos de los que convulsionan Europa durante el siglo XIX tienen gran trascendencia como generadores de pensamiento político. Por un lado las revoluciones liberales de finales del siglo XVIII y principios del XIX, con el antecedente de la Revolución Inglesa de 1688; en segundo lugar el fenómeno del nacionalismo, ligado a las anteriores en la mayoría de los casos; por último la aparición del movimiento obrero. En torno a ellos se centrarán, tanto para apoyarlos como para denigrarlos, lo más nutrido de las ideas políticas del siglo pasado. Resultaría imposible, por tanto, analizar las líneas de pensamiento sin tener en cuenta los fenómenos a los que hacen referencia y el contexto concreto que las suscita.
EL LIBERALISMO POLÍTICO.
Es la idea que domina el panorama político durante el siglo XIX. La asociación liberalismo-burguesía-progreso técnico-libertades estará muy presente en las mentes del siglo XIX. Bajo la expresión liberalismo suelen recogerse los aspectos políticos, económicos e intelectuales del movimiento, pero cada uno presenta contornos nítidos.
Los fundamentos del liberalismo político podrían resumirse en tres puntos:
1- Libertades individuales. Pensamiento, prensa, libertad religiosa (se propugna la aconfesionalidad del Estado), reunión, asociación,... recogidas en las declaraciones de derechos.
2- Igualdad legal. En realidad un nuevo modelo de desigualdad, no basado en la estirpe sino en el nivel económico (sociedad clasista).
3- Soberanía Nacional. Se concreta en unas elecciones por sufragio (más o menos restringido), la división de poderes y la aceptación de una Constitución como ley fundamental, frente al poder de la Corona o del Estado y sus posibles abusos impunes contra el individuo.
El liberalismo político es obra, fundamentalmente, de la burguesía y, como ésta, tendrá una primera tendencia revolucionaria, en alianza frecuente con el romanticismo y el nacionalismo (asociado a la violencia y a las sociedades secretas), y una segunda, más conservadora, asociada al doctrinarismo (liberales moderados), recogido en las formulaciones de Roger-Collard sobre el justo medio, en donde se refuerza la importancia del derecho de propiedad, se llegan a acuerdos con la Iglesia y la Corona y se toman medidas contra el movimiento obrero.
EL NACIONALISMO
Hacia 1815 los deseos de independencia o unidad nacionales se ven frustrados por las potencias legitimistas. En 1820 se producen los primeros brotes nacionalistas-liberales, que son sofocados por la Santa Alianza. En 1830 rebrota la revolución que tiene carácter nacionalista en determinadas zonas (Bélgica, Italia, Polonia). Curiosamente, la efervescencia nacionalista se produce en una Europa cada vez más interconectada. Más europeos que nunca, los nacionalistas de todos los países reivindican la exaltación de un patriotismo local que, de modo paradójico, comparten con el resto de habitantes del continente.
LAS IDEAS POLÍTICAS Y ECONÓMICAS SOCIALISTAS Y ANARQUISTAS
Estas representan un intento de agrupar tendencias bastante diferentes pero con una preocupación común: la crítica al sistema liberal vigente y la búsqueda de una organización política o económica capaz de resolver la situación de la clase obrera.
El socialismo antes de Marx o utópico.
La palabra socialismo aparece entre 1830 y 1840, casi simultáneamente en Francia e Inglaterra. Pero por entonces el sentido del término es bastante vago. Incluimos autores cuyas teorías son tanto económicas como políticas.
Owen será un empresario que predique la filantropía patronal para resolver los problemas del proletariado. Para ello recurre al Estado, intentando que apruebe determinadas leyes o fomente sus experiencias cooperativistas y su socialismo mutualista. Sus últimas obras derivan hacia el mesianismo social, de carácter moral.
Saint-Simon propondrá un socialismo productivista basado en la fe en el desarrollo de la ciencia, en la línea positivista. Su pensamiento ha ejercido una cierta influencia en la política francesa posterior.
Proudhon. Sus principales obras son posteriores a 1848. En 1846 se produjo su ruptura con Karl Marx. Como Saint-Simon y Fourier, consideró que la solución del problema social no era un asunto político. No confía en la democracia parlamentaria ni en el sufragio universal. Pero sus ataques van dirigidos al Estado, y en este sentido puede considerársele un pensador anarquista. Propone una sociedad organizada por federaciones y mutualidades.
Louis Blanc confía en la democracia y en la revolución política. El socialismo reformista que propugna no es, verdaderamente, demasiado revolucionario. Sus propuestas de talleres sociales, fomentados por el Estado, pretendían satisfacer a todos, y así se explica la gran aceptación que tuvieron sus ideas, también en medios populares.
Blanqui no sólo fue un hombre de acción, sino un partidario de la revolución política y social. Sin embargo, su patriotismo, su actuación política, más democrática que socialista, sus alusiones imprecisas al pueblo, hicieron que Engels, contemporáneo suyo, lo calificara de" un revolucionario del siglo pasado".
Fourier realizó una crítica muy aguda del sistema capitalista y sugirió un plan de acción voluntaria, menos interesado en el aumento de la producción como del bienestar de los seres humanos. Diseñó los falansterios, sociedades cerradas para unas 400 familias, que tuvieron una precaria aplicación práctica.
El marxismo.
Socialismo científico es la expresión que los propios marxistas utilizan para referirse a su sistema, frente a socialismo utópico, con el que se refieren a todos los demás. Ya en el Manifiesto comunista, publicado por Karl Marx y Friedrich Engels en 1848, se esbozan las ideas, de esta teoría política y económica, que luego serán desarrolladas en El capital.
Sus planteamientos tienen su origen en la filosofía alemana, en los economistas clásicos y en las ideas del socialismo anterior.
La economía, para Marx, es el fundamento o base de la historia. Cualquier cambio en las relaciones económicas, es decir, en la Base, repercute en la Superestructura (el Estado, la ciencia, el derecho, la religión o la ideología).
Engels matiza que los hechos económicos sólo "en última instancia" determinan los hechos sociales. Por eso al marxismo se le ha denominado materialismo histórico.
El anarquismo
El Estado, la Iglesia y las demás instituciones eran las responsables de la infelicidad humana, según los anarquistas. Por tanto había que destruirlos para recuperar la libertad.
El pensamiento anarquista no es uniforme, sin embargo, sus defensores comparten algunas ideas afines:
El rechazo de cualquier tipo de autoridad -en especial la del Estado- y el repudio a cualquier forma de organización, sea de carácter partidista, administrativa o religiosa. Junto al rechazo a la autoridad preconiza la libertad individual.
Para los anarquistas el Estado capitalista constituye una estructura que posibilita la explotación de la clase obrera y por ello debe ser destruido. Rechaza tanto el juego político como la organización de partidos. El medio fundamental para eliminar al Estado es la huelga general, que permite arruinar a la burguesía.
La organización social ha de estructurarse de abajo arriba, partiendo de pequeñas comunidades autosuficientes y por libre decisión de sus miembros, expresada a través del sufragio universal, nunca por imposición.
La abolición de la propiedad, ya que ésta es considerada como un robo cuando se consigue sin trabajo. El derecho a la herencia (origen del status social) ha de eliminarse y sustituirse por la colectivización de los bienes.
La importancia de la educación. El hombre solo será libre cuando sea capaz de pensar por sí mismo y el mejor medio para conseguirlo es una esmerada instrucción.
LA ECONOMÍA CLÁSICA
En 1776, Adam Smith publica La riqueza de las Naciones, obra que supone el nacimiento de la ciencia económica. Para él el egoísmo y el interés individual son las principales virtudes del hombre, necesarias para el progreso humano. Vicios privados, virtudes públicas. El beneficio individual es la base de la riqueza colectiva. El valor de los objetos fabricados depende de la cantidad de trabajo necesario para obtenerlos, pero ese valor no es tan relevante como el precio de dinero que tienen en el mercado de consumo. La ingerencia del Estado es nociva en la economía. Los monopolios y los proteccionismos han de ser suprimidos (librecambismo, laissez faire).
Adam Smith murió en 1790, y por tanto no debería incluirse dentro de este tema, si nos ceñimos estrictamente a la cronología. Sin embargo, su pensamiento será el que guíe gran parte de las ideas y las actuaciones económicas de todo el siglo XIX, y sus discípulos desarrollarán las teorías que fundamentan el liberalismo económico.
Un discípulo suyo, Jeremías Bentham, creador del utilitarismo, designó como objetivo de la política económica conseguir el bien para el mayor número de personas, lo que tuvo una gran repercusión en los discursos políticos de la época y aún de hoy en día.
David Ricardo (1722-1823), otro de los grandes pensadores de la economía clásica, distingue tres tipos de renta: de la tierra, del capital y del trabajo. Critica la acumulación de renta agraria, a la que considera causante de la pobreza obrera del momento, según la ley de los rendimientos decrecientes, que produce un aumento de los precios agrícolas al crecer la población. Esta consideración y su teoría del valor, que considera que el trabajo es la única medida del mismo (si bien el mismo trabajo es una mercancía), hará atractivos sus planteamientos a los pensadores socialistas y al mismo Marx.
Jean Baptiste Say (1767-1832) profundizó en algunas cuestiones planteadas por los primeros economistas clásicos. Para Say la oferta crea su propia demanda (Ley de los mercados o ley de Say), por lo que se descarta la posibilidad de una superproducción general.
La visión más pesimista respecto al futuro del mundo la ofrece Thomas R. Malthus (1776-1834), autor de la famosa ley demográfica por la cual no habrá alimentos suficientes (por crecer en progresión aritmética) para una población que crece en progresión geométrica. También formuló lo que él llamó el "atascamiento general" de los bienes no esenciales, es decir, una inundación de mercancías sin posibles compradores.
John Stuart Mill (1806-1873), defendió que la libertad individual debe ser el principio rector de la sociedad, de manera que ninguna unión debe realizarse si no se da dicha condición. Ahora bien, las leyes económicas son, según él, de dos tipos, las de producción, que son inmutables, y las de distribución del producto social, sujetas a las decisiones de los seres humanos. Se preocupó por la posibilidad del estado económico estacionario, con tasas de beneficio decrecientes. Otros autores llevarían al extremo las tesis individualistas del liberalismo utilizando de forma sesgada las ideas de Darwin (Spencer).
LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
Tanto el liberalismo como el socialismo abogaban por la secularización de la sociedad, eliminando con ello el protagonismo que la Iglesia había mantenido hasta entonces. La Iglesia condenó estas ideologías, prueba de ello fue la política reaccionaria desarrollada durante el pontificado de Pío IX, radicalmente opuesto a los cambios que estaban aconteciendo.
León XIII | Ante el imparable proceso de industrialización, el constante crecimiento de las masas obreras y de la conflictividad social, hubo católicos que criticaron la explotación a la que estaba siendo sometido el proletariado. Surgió de ese modo la denominada “doctrina social de la Iglesia”, condensada en una serie de documentos, entre los que cabe destacar la encíclica "Rerum novarum" (“De las cosas nuevas”), promulgada en 1891 por el Papa León XIII. |
En ella se preconizaba un orden social basado en la justicia y la caridad, exhortando al Estado a socorrer a las clases más desfavorecidas y alentando el asociacionismo de los trabajadores y fórmulas de asistencia social.
La doctrina social de la Iglesia, sin embargo, no constituyó un corpus teórico en sí misma, sino que se expresó mediante una serie de consejos encaminados a ilustrar a los fieles sobre cómo afrontar los retos sociales y económicos del mundo moderno, desde los presupuestos de la fe cristiana.
Negó la existencia de la lucha de clases, tal y como preconizaba el marxismo, y propuso en su lugar la armonía, la convivencia y el diálogo entre patronos y obreros, exhortando a los primeros a mitigar la miseria de los segundos. De igual modo protegió la propiedad privada combatida por marxistas y anarquistas, considerándola como un instrumento al servicio del bien común.
EL MOVIMIENTO OBRERO
La economía capitalista e industrializada del siglo XIX, organizada en torno a los principios del liberalismo, consagraba la existencia de dos clases sociales: la trabajadora, desprovista de los medios de producción y forzada a vender su fuerza de trabajo, y la burguesa, dueña de esos medios e inclinada a incrementar sus beneficios a costa de las condiciones salariales y laborales de la primera. Cada vez más se extendió la percepción de que el capitalismo consagraba unas injustas desigualdades que había que eliminar.
El movimiento obrero surgió de esas condiciones, pero alcanzó mayor o menor fuerza en función del grado de desarrollo industrial de los países. Los primeros movimientos de masas de carácter moderno se originaron en Inglaterra. Cristalizaron en episodios como la destrucción de máquinas (Ludismo) y la creación de las Trade Unions, primeras asociaciones de carácter sindical. El que el fenómeno se produjese en Inglaterra y no en otro país se debió a su carácter de pionera de la industrialización. Más tarde, estructurados en torno a la ideología marxista, surgieron partidos de extracción obrera que jugaron un importante papel en la acción política y social.
A finales del siglo XVIII, en Inglaterra, cuna de la industrialización, nacieron las primeras asociaciones de trabajadores, las llamadas sociedades de ayuda mutua (o "socorro mutuo"). Las integraban esencialmente artesanos que trabajaban bajo el Domestic System. Su objetivo era la unión de los obreros para conseguir mejoras laborales y salariales, operando como cajas de resistencia frente a adversidades como la enfermedad o el desempleo.